Las distancias (Elena Trapé, España, 2018)
Las distancias es el segundo largometraje largamente esperado de la catalana Elena Trapé (tras Blog en 2010). Consiguió el premio a mejor película, mejor directora y mejor actriz (Alexandra Jiménez) en el pasado festival de Málaga.
Curioso es como con el paso del tiempo los retratos generacionales en el cine son los que sin comerlo ni beberlo te hacen más viejo. De pronto te sientes identificado con películas que retratan las vicisitudes y relaciones, los horizontes y los sueños perdidos de gente que tiene 30 y tantos cuando hace nada, parecías conectar y sentir con las películas que retrataban a una generación adolescente, como Las ventajas de ser un marginado o volviendo al cine patrio, por ejemplo a Las amigas de Ágata. Una cinta catalana dirigida por cuatro jóvenes directoras: Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, una película que realmente parece la primera parte de una saga de cintas catalanas de la que la distancia sería su tercera (o cuarta parte) según se quiera mirar.
En el año 2015 estas cuatro jóvenes dirigen una historia sobre las relaciones amistosas que se pierden al llegar a la edad universitaria, como si el paso verdadero a la edad adulta anunciara siempre un nuevo nacimiento emocional, personal y exento de culpas y de rutinas. En el año 2017, una de sus actrices protagonistas, debutó en la dirección con Julia Ist que también protagonizaba, una peli sobre la misma idea de los cambios y las relaciones enfrentadas a erasmus y otras distancias, también con Berlín como plató. Al igual que Las distancias. Los 18 retratados en Las amigas de Ágata, los 20 y tantos en Julia Ist y por fin los 30 y tantos en la película que nos ocupa. Son secuelas imprevistas, deudoras y casi espirituales, no pertenecen a ninguna saga prevista, pero para nosotros tiene todo el sentido recordarlas como si formaran parte de un todo.
Elena Trapé es la directora responsable de Las distancias, es catalana y ha dirigido en el año 2010 su primer largometraje: Blog, en el que retrataba de una manera sensible, certera y veraz ( a la par que dolorosa) el mundo preadolescente actual, embuido en las nuevas tecnologías y en la falta de empatía y de valores y el egoismo como bandera afectiva. En las distancias hace el mismo retrato pero llevado a los 30 y tantos, para explicar que nuestras luchas no distan tanto de las de esas edades, que muchas veces nos producen rubor o incluso carcajadas. Son luchas internas contra nuestros fantasmas y nuestros miedos que muchas veces son imposibles de vencer se tenga la edad que se tenga. No es un problema de inmadurez, o sí, igual es que somos igual de inmaduros a cualquier edad.
El título alude a las distancias físicas y emocionales, haciendo hincapié (no había ninguna duda al respecto) en el segundo aspecto mucho más abierto, doloroso e irrecuperable. De Berlín a Barcelona o de Barcelona a Berlín sólo hay 1510 kilómetros pero, sin embargo, los estratos emocionales de los protagonistas de esta historia están mucho más alejados. El vigor, la efervescencia, la lucha experiencial y el fulgor de la rotunda juventud se contrapone a la rutina, la responsabilidad, el paso del tiempo y la falta de horizontes actual desde una perspectiva afectiva, laboral y económica de la generación de los 30 que hace unos años estaba casada, emancipada, con piso propio, con trabajo fijo y con un sueldo razonable y ahora, en muchos caso está perdida, sin cimientos y sin pilares en los que recostarse.
Trapé logra hacernos sentir incómodos en la espera, absurdos en la confianza hacia alguien sobre el que ha recaido toda esa confianza y estabilidad emocional que se precisaba antaño El dolor de la ruptura amistosa, la incomprensión en la edad adulta de que las cosas no pueden seguir siendo siempre como eran cuando éramos jóvenes.
Interesante es además el estudio generacional enraizado en las consecuencias de una crisis económica, la crisis laboral y afectiva pasa por una falta de perspectivas laborales y de dinero. El desempleo afecta también a las relaciones y provoca distancias incluso físicas, la gente debe marchar al exterior para buscarse un futuro laboral. Este era el punto de partida de otra gran película catala: 10000 Kms de Carlos Marques Marcet, de cómo una pareja se separaba a 10000 kms para que ella pudiera continuar su carrera y para tener una perspectiva laboral razonable. Pero las distancias físicas provocan unas distancias emocionales,a veces, insalvables.
Las distancias relata todas las ausencias y rupturas emocionales a través de una crisis generacional de valores, laboral y afectiva y la importancia de la autoestima cuando se va creciendo y de la independencia afectiva, ya que depositar nuestro estado anímico en el afecto de los demás es un error demasiado corriente, doloroso y absurdo.
Un buen guión que no se deja sentir, como en el buen cine catalán de los últimos años, las imágenes parecen fluir sin ningun demiurgo por detrás y con unas interpretaciones estupendas, encabezadas por la siempre reseñable Alexandra Jimenez. Atención a su fragilidad y a esos puntos de locura y de ataques de celos, mucho más habituales de lo que nos gustaría en gente que tiene más o menos esa edad. A todos nos gusta marcar nuestro territorio y demostrar todo lo que nos duele, el problema es que con el paso de los años, este subrayado puede ser tan ridículo como divertido. Alexandra Jimenez consigue algunas escenas esperpénticas, absurdas y a la vez inolvidables. Quizás por lo real de las mismas. Dejemos ir a la adolescencia, si es que podemos. Cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sólo nos queda el futuro. Habrá que disfrutarlo. Estemos a la distancia que estemos.
Sinopsis: Olivia, Eloy, Guille y Anna viajan a Berlín para visitar por sorpresa a su amigo Comas que cumple 35 años. Este no los recibe como ellos esperaban y durante el fin de semana sus contradicciones afloran y la amistad se pone a prueba. Juntos descubrirán que el tiempo y la distancia pueden cambiarlo todo.
Premios: Festival de Málaga: Mejor película, directora y actriz (Alexandra Jimenez)
Nota: 7