Titane (Julia Docurmau, Francia, 2021)
Llega a nuestros cines la segunda película de la polémica y violenta directora francesa Julia Docurmau tras Crudo. Titane le valío la Palma de Oro, quizás el premio más prestigioso de la cinematografía mundial.
La directora francesa Julia Ducournau, tras el éxito de Crudo (Premio FIPRESCI en Cannes 2016) nos presenta Titane, una película difícil de clasificar, violenta, excesiva, arrolladora, perversa, hipnótica…
El espectador avanza a ciegas por la trama de la película, desconcertado, sufriendo en cada plano hasta que poco a poco las piezas van encajando y casi todo comienza a tener sentido.
La pequeña Alexia tiene un accidente de coche y los médicos le implantan en el cerebro una prótesis de titanio, esa circunstancia es utilizada para contar el viaje que realiza desde una relación familiar hostil sobre todo con su padre (interpretado por el realizador, guionista y compositor Bertrand Bonello) hasta encontrar lo más parecido a un amor paternal.
La Alexia adulta interpretada por Agathe Rousselle , todo un poderío físico, es una mujer sexualizada que se mueve con soltura entre todos los arquetipos masculinos del mundo del motor, donde despliega toda su seducción en un baile sobre el capó de un coche tuneado. Después vendrá mucha sangre, mucho dolor y mucho aceite de coche hasta convertirse en Adrien un joven que desapareció de niño y que su padre, un bombero interpretado de forma magistral por Vicent Lindon, acepta como hijo sin preguntas, ni exigencias.
“En el fondo todo lo que quería hacer con Titane era una historia de amor, eso es lo que significa para mí y en lo que pensaba durante la escritura” dice la autora.
Pero para contar esa extraña historia de amor utiliza el terror y una violencia que duele, que salpica desde la pantalla. Aborda además temas de gran trascendencia: La cuestión de género (adapta el polémico ensayo de Judith Butler El género en disputa), problemas de identidad que conduce a cuerpos torturados (el cuerpo de Alexia que vive una maternidad no deseada y una identidad que se ve obliga a ocultar y el cuerpo de Vicent inyectado de esteroides ante su no aceptación de la vejez), rompe también las fronteras entre el hombre y la máquina.
En palabras de la directora: “Mi intención es que la gente entienda que la cuestión de género es irrelevante. La identidad es totalmente algo que cada uno construye”. En la cinta parece que la transformación de Alexia es producto de la necesidad, pero por duras y acuciantes que sean las circunstancias hay un camino elegido, una identidad adoptada en la que encuentra su sitio, la aceptación y el abrazo sin el juicio de los demás
Hay dos escenas significativas, la misma persona, el mismo baile, diferentes reacciones. Alexia ya es Adrien y vuelve a bailar sobre el camión de bomberos el mismo baile. Alexia era objeto de deseo, saco de todas las violencias machistas; Adrien produce asco, rechazo, emana homofobia y transfobia entre sus compañeros.
Si se ha aguantado hasta el final de la película, en Cannes hubo público que abandonó la sala a la media hora, habrá disfrutado de un cuento de terror fantástico, una descarga eléctrica, un difícil equilibrio entre el sueño y la realidad hostil con un final tal vez feliz.
Premios: Festival de Cannes: Palma de Oro (mejor película)
Festival de Toronto: Premio del Público (Midnight Madness)
Festival de San Sebastián: Inauguración Sección Perlas Fuera de concurso.
Sinopsis: Un joven con la cara magullada es descubierto en un aeropuerto. Dice llamarse Adrien Legrand, un niño que desapareció hace 10 años. Para su padre, Vincent, esto supone el final de una larga pesadilla y lo lleva a casa. Simultáneamente, se suceden una serie de horribles asesinatos en la región.