Sevilla I: Camille Claudel entre chatarreros y partidas.

el gran cuaderno

Cuando uno llega a una nueva ciudad cinematográfica hablando, lo primero es conocer sus espacios, sus tiempos, sus gentes. Conocer las salas y prepararse una programación que se antoja extensa, intensa e inabarcable. Si por el camino te encuentras a Tolentino, Paco Poch, Federico Volpini o Manuel Martín Cuenca, la espera se hace más llevadera e interesante.

Bruno Dumont vino ayer a presentar su última película con el estilo ausero y seco que le caracteriza y que le dio un prestigio arrollador desde La humanidad. Camille Claudel 1915, que así se titula la película fue una escultora francesa.  La película narra sólo unos días del encierro en el manicomio de Montdevergues en espera de la visita de su hermano, el poeta Paul Claudel. Tenía un precedente este personaje en el mundo del cine. En 1988 otro cineasta llamado Bruno lo dirigió con nada más y nada menos que Isabel Adjani y Gerard Depardieu en los papeles protagonistas. Pero en la cinta de Dumont la interpretación femenina protagonista es un prodigio perpetrado por la musa Juliette Binoche. Es curioso porque Dumont afirmaba en la rueda de prensa que él suele trabajar con actores no profesionales, para dotar a sus historias de más realismo, de tal manera que si habla de un campesino, esté interpretado por un campesino, o si habla de una enferma también esté interpretado por una enferma. Pero en este proceso recibió la llamada de Binoche que quería trabajar con él. No sólo se entregó en cuerpo y alma sino que Dumont supo «sacar la Camille Claudel que había en ella. Claudel está dentro de cada mujer. Sólo hay que buscarla. Es luz y tragedia. La soledad de la belleza. Juliette se abandonó a su personaje. Aceptó no tener guión, no ser maquillada, estar rodeada de mujeres realmente enfermas»…

Camille Claudel 1915 es un estudio profundo de la degradación humana, de la envidia, de ese lugar ambiguo entre la luz y la tristeza. Quizás porque como decía Dumont «La tristeza en el arte es una iluminación. Es la catarsis. La tragedia es la que nos libra y por ello salimos de la película creyéndonos mejores, porque ella sufre más que nosotros».

Está claro que a este cineasta le gusta revolver al espectador, hacer que reaccione. La película transita en ese lugar incómodo en el que renace  la superioridad moral. El sentirse por encima de otro/a y poder alegrarnos de su desgracia. Camille y su hermano Claude no soportan el mundo en el que viven pero porque lo observan desde un estadio superior. Son genios condenados y la película trata de no juzgarlos. Quizás lo más interesante de este seco guión sea que Dumont no ha inventado nada. Todo estaba en las cartas a las que el cineasta ha tenido acceso. «La vida de Camille es un transgresión, es si se quiere, una mujer en el extremo, a la manera de Juana de Arco. Simbólicamente ambas constituyen un modelo).

El día 13 de noviembre, este jueves, Cahiers Du cinema exhibe en un sólo pase, esta fantástica película que concursa en el Festival de Sevilla.

La segunda película a concurso fue: El gran cuaderno de János Szász, que ganó el increible festival Karlovy Vary. Fórmula intensa y poco predecible. Algunos flashes se nos vienen a la cabeza desde que comienza esta historia: Haneke, Sergei Loznitsa (My joy o En la niebla) o Kornél Mundruczo (Semilla de maldad o Delta). Este último comparte con el director de El gran cuaderno incluso nacionalidad, Hungría.

Termina la II Guerra que lo devastó todo y dos chavales acuden a vivir con su abuela, a la que llaman La bruja. Una suerte de enemiga de Matilda que en realidad sólo quiere hacerles más fuertes, ante tanta violencia, desolación. En un cuaderno ambos hermanos gemelos escriben su día a día y deciden endurecer su carácter, fortalecerse física y psicológicamente para que nada ni nadie pueda hacerles sentir (nada malo en principio). Pero huyen de su inocencia y con ello también están huyendo de su moral. Su ética existe pero es completamente subjetiva. Los daños que ellos provocan son «coyunturales» aunque devastadores. No limitan sus decisiones pues los límites desaparecieron como debieron desaparecer los adultos. Son niños, principitos condenados a confundirse, condenados a devastar sus vidas y las de los que les rodean; por la atmósfera irrespirable, absurda y llena de odio, que se genera en una guerra. Esa es la gran derrota del género humano.

El gran cuaderno es una gran película desde el momento en que la cinta intenta expresar de manera poética pero quizás exagerada la forma en la que un niño muere psicológicamente en un conflicto armado. Los desastres en su moral, en su vida y en la capacidad de hacer el mal que cualquier ser vivo posee, pero suele estar desactivada. Las guerras reactivan muchas veces esta capacidad, y aunque sea por el odio intrínseco; por la melancolía de tiempos mejores y por la espiral de destrucción en la que están, sin duda lo consiguen. Cine duro y arduo, cine que acongoja, no porque haya sustos ni porque sea una película de terror ni mucho menos; es sobre todo, porque es muy real, porque te agita en la butaca y te hace plantearte lo denigrantes que podemos llegar a ser. Las infancias que derrocamos y que violamos sin ningún tipo de resquemor. Colonizadores de ideas y de vidas en una especie que avergüenza.

La última película que vimos de la sección oficial ha sido dirigida por Danis Tanovic, el cineasta bosnio responsable de, entre otras, En tierra de nadie. Es una suerte de documental, en la frontera con la ficción que puede recordar a lo conseguido por nuestra querida Sandra Sánchez en Tralas Luces. Episodio en la vida de un chatarrero, la película que se ha presentado, de título un tanto desafortunado y poco llamativo, en realidad contiene un estudio crítico y muy interesante sobre las sociedades sin alma actuales, más preocupadas por lo que se tiene que por lo que se debe. Su protagonista, un actor no profesional consiguió el premio al mejor actor en la Berlinale, por un retrato certero y doloroso de un hombre que simplemente desea sobrevivir ante un mundo caro y mezquino que se opone a la operación de su mujer, sin la cual podría perder la vida. Ambos tienen unas hijas de pocos años, llenas de vitalidad, casi hiperactividad. Y sin embargo, sus vidas podrían cambiar para siempre.

Tanovic consigue quizás su mejor historia, sin aspavientos ni pretensiones y con ella se llevó el Gran Premio del Jurado. Es una crítica devastadora contra las privatizaciones, contra la injusticia y amoralidad que implica que algunos médicos no quieran operar a algunos pacientes por tener otra nacionalidad, pero sobre todo por no poder pagar las operaciones. No debería tener sanidad quien tenga dinero sino quien lo necesite. Es un derecho básico. Y esto nos hace inhumanos también, algo más.

En la sección Resistencias, de cine español que resiste aún con poco presupuesto, vimos La partida de Antonio Hens (responsable de Clandestinos y el cortometraje En malas compañías. Esta mañana hemos charlado con él y mañana colgaremos parte de la entrevista. La parte de vídeo la reservamos para febrero, fecha en la que la película tendrá su estreno en España.

 

 

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