Selfie (Victor García León, España, 2017
Vértigo Films estrena el 23 de junio en salas el tercer largo de ficción de Victor García León tras Más pena que gloria y Vete de mí.
De rabiosa actualidad, esta comedia sobre la corrupción que nos coloca a todos ante el espejo: a los de derechas y a los de izquierdas para ridiculizar las diferencias (o para quien esto suscribe), para potenciarlas y enmarcarlas aún más en un paradigma sociológico del que somos incapaces de salir.
Bosco (curioso guiño a un personaje del Tesis de Amenábar) es un niño bien, como en aquella. A ver si ahora todos los Boscos van a tener que luchar contra sus orígenes y sus posesiones.
Lo cierto es que como en cualquier tertulia política incluso entre amigos aquí nadie sale ileso. Los chistes, a veces negros, otras amarillos, algunas veces verdes y la mayor parte del tiempo con un humor casi absurdo, burdo e infantil, se reparten por toda la película.
Separado ya de Jonás Trueba como guionista, el humor corrosivo sigue quedando patente en Selfie, así como un pesimismo exacerbado hacia la clase política, sus dirigentes y el destino social de un España que hace aguas entre tanta corrupción e indecencia.
Si algo le sigue uniendo a Jonás Trueba es en su retrato de un Madrid, cercano, cosmopolita, multiracial y con un sinfín de corrientes ideológicas y sentires representados en sus calles. García León lo consigue en La moraleja, pero sobre todo lo consigue en esas calles de Lavapiés, del centro de Madrid, donde convergen tantas ideas, tantas sensibilidades…
Para los que se pasan la vida discutiendo de nuestras diferencias idelógicas, históricas y políticas como si fueran la única y dogmática verdad; para aquellos que huyen de manera consciente de esas reuniones familiares en las que es muy posible que salgan a relucir los fantasmas de los dos bandos; para aquellos que acaban sumidos en ellas por gracia o por desgracia y acaban escupiendo argumentos cada vez más altos sobre sus opiniones.
La película no es una comedia desternillante ni se acerca a Ocho apellidos vascos en su humor chabacano y remarcado, por eso el público de a pie entrará en su juego sólo si es capaz de reírse de sí mismo. La película está para retratarnos a todos. «Los buenos y los malos». Entendiéndose esto para cada persona como quiera entenderlo.
En esa foto ficticia de este falso documental, en la que Bosco se retrata con los líderes de la formación violeta en la parte de atrás, García León se pregunta si ese es el cambio y con un cameo involuntario de Esperanza Aguirre, en un mitin del PP, la lideresa afirma que conoce a todo el mundo. Parece que eso es lo que hay que cambiar. Al menos ¿sabemos qué es lo que hay que cambiar? A lo mejor nada, pasen, hagánse selfies con los Pablos Iglesias y Esperanzas Aguirres del momento y no disfruten, porque es imposible, pero al menos sonrían, al menos dibujen alguna carcajada.
Premios: Mención Especial del Jurado de la crítica y Mención Especial del Jurado oficial.
Sinopsis: Bosco es el hijo de un ministro imputado por corrupción, malversación de fondos públicos, blanqueos de capitales y varias decenas de delitos económicos. Selfie cuenta su historia desde que lo expulsan de su lujoso chalet en la Moraleja hasta que entra a pedir trabajo en la sede de Podemos, con sus angustias sentimentales y sus miserias.
Nota: 6