Muestra de cine de Ascaso: Día 4
Decía Néstor Prades el jueves que en ese momento empezaba la maratón de la Muestra de Ascaso. Sin duda, el viernes y el sábado eran un programa casi completo desde las 18 horas.
Lo más relevante de la mañana fue encontrarse con un hombre apellidado Ascaso que volvía a la aldea después de cuarenta años, intrigado por las noticias que estaban sucediéndose en los periódicos de Aragón. Dos ilusionados locos habían convertido una aldea abandonada del pirineo aragonés en una muestra de cine llena de coloquios, cine independiente y bajo las estrellas.
El hombre emocionado relataba su historia y cómo conoció esta aldea, nos mostraba su identificación para que quedara claro cual era su apellido y su ocupación. Un médico jubilado crítico con las administraciones que apoyaba la unión, la cultura y la ilusión para revitalizar espacios y volver a colocar en un mapa aldeas perdidas y olvidadas de España.
Por la tarde se presentaban los diez cortos que he tenido la oportunidad de seleccionar para la Muestra. Diez historias intensas que abarrotaron la borda pequeña de Ascaso, recién inaugurada para la ocasión. Con permiso de los murciélagos se congregaron allí un total de 44 personas, quienes de manera gratuita podían asistir alas 10 proyecciones.
La tarde empezó a las 18 con la proyección de Hice un corto, un cómico cortometraje sobre el proceso de creación, sobre las expectativas ante el rodaje de una película. Y como todo tiene un comienzo se quiso hacer el resumen inicial. Hice un corto habla de cómo se rueda cualquier corto, ahora hay que crearlo. Por tanto, el segundo de los cortometrajes de la tarde fue el muy aplaudido, intenso y doloroso Alumbramiento del sensible Eduardo Chapero Jackson. Después gracias a Mikel Rueda, del que vimos el año pasado Agua (que traía bajo el brazo) vimos Cuando corres. El cupo de cortometrajes duros sobre la infancia aunque con mucha experimentación se completó con Matar a un niño de los Hermanos Esteban Alenda y con La mirada circular que tiene entre sus directores al reconocido Ivan Sainz Pardo. Matar a un niño es para quien escribe uno de los cortometrajes españoles más interesantes de todos los tiempos y La mirada circular es tan duro e intenso como lleno de sorpresa, emociona y cala hondo, es fuerte pero necesario. Después llegó el turno de la animación con Por qué desaparecieron los dinosaurios, quizás fue lo que más se echó de menos, pero la programación se tuvo que ajustar a minutaje, a cortos ya seleccionados y a que las distribuidoras nos cedieran o no los derechos de exhibición.
Paseo de Arturo Ruiz Serrano era posiblemente el corto más claro para proyectar en Ascaso, habla de la memoria histórica nada lejana por mucho que se empeñen, habla de lo que ha pasado en este país hasta hace casi cuarenta años. El extraño accidente del matrimonio O’Connor se sirve de imágenes de archivo para que su director Jesús Alarcón nos cuente una historia sobre la paradoja del sueño americano, en boca de todos ahora por el anuncio de un gobierno demócrata de meterse en Siria. Este corto entronca con los dos últimos propuestos ya que versan sobre la capacidad de la narración, las posibilidades de la creación artística y la posibilidad de inventar historias de la manera que queramos según lo que queramos conseguir. Se trata de los premiados Una historia para los Modlin de Sergio Oksman y Voice over uno de los más intensos, preciosistas y completos cortometrajes realizados en España en los últimos dos años. Dirigido por Martín Rosete y guionizado por Luiso Berdejo, esta es una historia sobre el arte de contar historias.
En definitiva, diez cortometrajes que pusieron a los espectadores con el corazón en un puño, pero que la mayoría alabaron como grandes creaciones.
Por la noche, Roberto Castón (Director) y Josean Bengoetxea (actor) nos presentaron la película Ander, precedida de un cortometraje que su director traía bajo el brazo: Me siento culpable. Había varias familias y más niños de lo habitual en las noches de Ascaso. Era una noche estrellada preciosa díficil de repetirse en el agobio y la contaminación de la ciudad que muchas veces no nos deja ni ver las nubes. Ander se sucedía ante la pantalla, se dejaba llevar por un metraje aparentemente tedioso y seco, pero la película fluía bajo la noche fría. Ander gustó a todos, por la capacidad de emoción, de empatía hacia unos personajes vivos que como decía su director, consiguió que fueran personas más que personajes.
La historia de Ander es la de una película secuestrada por su distribuidora que no permitió su estreno en salas. Ascaso la rescata para sus espectadores. Y después de su visionado un coloquio de más de dos horas. Completo, analítico e incluso social y político. Se habló de personajes, de tempos, de caseríos e incluso de amor. Otro día con aforo completo bajo el cielo estrellado de Ascaso. Lo único que decepciona es que mañana todo esto habrá terminado.
Fotos de Carlos Ripollés
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