III Muestra de Ascaso: Cortos al nacer el día
Quizás la emoción más grande se produjo cuando el más peque del festi: Roberto, afirmó: Hay atasco en la pista de Ascaso. Las proyecciones ya habían acabado, eran aproximadamente las 23.30 de la noche. La sala exterior en la borda grande se había abarrotado incluso cuando la película ya había comenzado. Y la vuelta fue lenta, porque la pista era muy estrecha y la mayoría de los coches debían dar la vuelta (y esperarse).
Ayer después de los cinco primeros cortos seleccionados para esta III Muestra: I want to be a pilot de Diego Quemada Diez; El día que yo me muera de David Valero; Dicen de Alauda Ruiz de Azúa; Skallaman de María Bock y Walls de Miguel López Berraza, se proyectó el largometraje Al nacer el día de Goran Paskaljevic.
Walls, de Miguel López Berraza. 10′ España. 2014. Se alzó con el Premio del público ante tres decenas de buenas historias cortas en un festival bien dirigido y mejor programado: Documenta Madrid. Hace escasos meses, en mayo, tuvo lugar la última edición de este certamen que nos permitió conocer a un sinfín de buenos cineastas. Su compromiso y sus sensibles retratos hacen las delicias de crítica, público y de cualquier programador que se precie. Walls enamora desde el primer instante. Y lo hace a través de los muros de cualquier lugar habitable, porque lo que emociona no sólo son los propios muros sino las vidas que aguardan.
Dicen, de Alauda Ruíz de Azúa. 18′. España. 2011. El niño es niño para descubrir, para aprender, para caminar, para equivocarse, para jugar. El niño no es niño para sufrir. Pero, a veces, esos pequeños diablillos pueden hacerte la vida imposible. ¿y todo por ser diferente? Quizás sólo por ser sensible. Esa sensibilidad no es ni bien apreciada y defendida por los adultos, ¿cómo lo va a ser por los niños? Alauda Ruiz de Azúa cuenta esta historia grabada en inglés en una escuela más, lo hace con un pulso narrativo maravilloso y con unos encuadres que recuerdan al cine de Gus Van Sant. Pronto Alauda se pasará al largometraje y ahí sí, sólo por la duración de su metraje, comenzaremos a escuchar su nombre. Por el momento disfrutaremos de un gran corto.
I want to be a pilot, de Diego Quemada Diez. 12′. España. 2006. Cuando vimos que una de las mejores películas estrenadas en cines el año pasado, la menospreciada por la mayor parte de los premios, incluidos los Goya: La jaula de oro; estaba firmada por el español: Diego Quemada Diez, nos acordamos de este fantástico corto que si que recorrió todo el mundo. Es quizás el cortometraje más duro de este año, pero es necesario, para recordarnos que no podemos truncar la vida de un niño, por nuestras decisiones deshumanizadas. Que no deberían existir ciudadanos de primera, ni de segunda, ni de ninguna división y que los niños deben jugar a ser niños. Debería ser nuestra prioridad.
El día que yo muera, de David Valero. 3′. España. 2010. Una de las estrellas de esta muestra de Ascaso es David Valero quien vendrá el próximo viernes a presentar su largometraje Los increibles. Este cortometraje presentado a algún certamen como el NotodoFilmFest forma parte de este largometraje. En sólo tres minutos la relación entre una anciana madre y su hija en torno a la tumba del padre, en el cementerio. Todo ternura y humor,humor negro,ante eso para lo que casi nadie estamos preparados y que es ley de vida: La muerte.
Skallaman de María Bock. 12′ Noruega. 2011. El país invitado en el Lesgaicinemad, festival de cine gay de Madrid fue Noruega. En la Universidad Complutense de Madrid, conocí a su director después de una sesión de fantásticos cortos entre los que se encontraba Skallaman. Lo mejor es dejarse llevar por esta comedia musical grisácea y gélida sobre la homosexualidad con la mejor de las sonrisas y sin complejos. Lo mejor es saber cuanto menos mejor para disfrutar de este cortometraje.
Al nacer el día ya fue para Cineysefeliz quizás la mejor película de este 2014. Y ayer la pudimos disfrutar bajo las estrellas del pirineo. El cine estaba a rebosar y la película que emocionaba desde la música, desde los primeros compases, sirvió de viaje espiritual y a la memoria de todos los que allí estábamos.
Hubo coloquio posterior, debido al buen tiempo, por primera vez, en el exterior. Con el micro y con participación de casi todos. Con buenas apreciaciones como viene siendo habitual y con algún que otro indignado o cabreado con una historia que consideraban maniquea y facilona. Pero nada más lejos de la realidad, esta cinta de Paskaljevic es dura, emotiva y muy difícil de realizar sobre todo porque la línea que separa esta belleza de la lágrima fácil es muy fina y Paskaljevic consigue que nunca se cruce.