Festival de cine de Sevilla 2018: Sección oficial 4

  • ‘Pearl’, de Elsa Amiel (Francia, Suiza).

Quizás lo más intrascendente, por otro lado, de la peor sección oficial de Sevilla que se recuerde. Una película sobre culturismo, que pretende ser una road movie indie sobre la importancia de la familia, una suerte de Pequeña miss sunshine pero con adultos y con ovejas descarriadas que siempre necesitan amor. No acaba de encontrar el tono y eso la hace tediosa y vacía.

  • ‘What You Gonna Do When the World Is On Fire?’, de Roberto Minervini (Italia, Estados Unidos, Francia).

Lo mejor es una fotografía en blanco y negro acojonante y un domino de la técnica para que el documental se convierta en ficcion y la ficción en documental. Mivervini sabe sacar la verdad de la gente, de la pobreza, del hambre, del racismo, de las diferencias sociales. Lo hace sin caer en los sentimentalismos baratos, pero siempre con especial hincapié en la adolescencia y la infancia.

  • ‘Pity’, de Babris Makridis (Grecia, Polonia).

Como argumento es muy interesante: Un hombre que se siente feliz sólo cuando es infeliz y que busca esa infelicidad sea como sea y sea cuando sea, pero lo cierto es que la cinta es tediosa y también intrascendente. Viniendo de Grecia y de esa corriente del nuevo cine visceral griego que encumbró Canino, se esperaba algo menos evidente, mucho más arduo y doloroso. Pero Pity es la nada.

  • ‘La casa de verano’, de Valeria Bruni Tedeschi (Francia, Italia).

Bochornosa película, tediosa y desbocada. No funciona ni en su puesta en escena, ni en sus decorados, ni en sus formas. Un guión pobre paupérrimamente dirigido condena la cinta a un fracaso sonoro.

  • ‘Maya’, de Mia Hansen-Løve (Francia).

Quizás la peor película de su irregular directora Mia Hansen Love, una suerte de historia de amor iniciática, casi platónica, entre una adolescente y un adulto que le acompaña. En ese ambiente de felicidad y de autoconocimiento comienza a aflorar el terrorismo y las desapariciones y todo estalla. No hay conflicto interior o lo que es lo mismo, no hay desarrollo de personajes claro y eso entorpece un pobre guión, que puede estar bien dirigido, pero dirigir con maestría un pobre texto es contar NADA de muy bellas formas.

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