Érase una vez en Hollywood (Quentin Tarantino, Estados Unidos, 2019)
La novena película de Tarantino se estrena de la mano de Sony Pictures tras su paso por Cannes. En su reparto destacan Brad Pitt, Leonardo Di Caprio y Margott Robbie. ¿Cae del lado de las buenas películas del cineasta?
El cine acontecimiento está, desde la lucha encarnizada entre los dos tipos de cine de Edison y Lumiere de los primeros años del Siglo XX, condenado a ser únicamente valorado por sus pretensiones comerciales pero no por su autoría.
Están quienes a pesar de su fama optan por realizar un cine mucho más comercial y los que sin renunciar a intentar el respaldo del público priman sus miradas particulares, para que la obra no se acabe adaptando a los dictados de lo que se consume, a la políticamente correcto y siga, una línea creativa determinada.
Son pocos los que se encuentran entre medias, y son ellos los pocos que pueden hacer lo que les de la gana y siempre tener a parte de la crítica adorándoles y el favor sin omisión de un público entregado. Tarantino, sin duda, se encuentra entre ellos. Su novena película es un cine acontecimiento sea cual sea el resultado en taquilla o el cuadro crítico de las mejores películas del año. Para aficionados, cinéfilos, críticos, gente que sólo va al cine a pasárselo bien y a ocuparse de sus problemas, una nueva película suya, es sin duda, un acto marcado con subrayador en el calendario. Casi para todos, menos a los detractores del cineasta, que también los hay.
Y eso, siempre, conlleva un riesgo mayúsculo, no para quien se adentra por primera vez en sus historias sino para el que va a contemplar una nueva creación, que acompañe, complemente, sobreviva o incluso supere a la obra anterior. Lo nuevo de Tarantino siempre me produce excitación: la de quien prueba un sabor de helado por primera vez y le fascina y sigue probándolos y aunque se sacia nunca llega a la sensación original de aquel primer helado. Mi primer helado no fue Reservoir Dogs, sino Pulp Fiction. Y más allá de ahí no se podía subir. Es cierto que los sabores tanto de su ópera prima como de Reservoir Dogs, Kill Bill (porque me niego a dividirlas en dos partes, ya que es una única dividida en ocho partes y no en 2, como nos hicieron creer en España) o de Malditos bastardos me dejaron un buen sabor de boca, pero lo que sentí con aquél Pulp Fiction es una de las razones por las que veo películas con tanta voracidad. Una sensación fresca, diferente, irrepetible, novedosa, fascinante.
Érase una vez en Hollywood no cae del lado de estas obras maestras, aunque tampoco se queda en el fondo junto a las para mí peores películas del cineasta: Jackie Brown, Death Proff o Django Desencadenado. Pero lo que más me entristece es que a diferencias de muchos críticos y amigos a los que he leído en sus observaciones, aquí y en Jackie Brown es donde menos he visto a Tarantino.
Cada película de Tarantino posee su particular universo. Es cierto que este se expande en Pulp Fiction y, sobre todo, en Kill Bill que es donde está más desatado. Pero en Érase una vez en Hollywood no se percibe tanto esa mirada animal, enferma, ese humor mordaz satírico y esas escenas de diálogos de besugos que preceden a una gran violencia. El sello Tarantino esta vez no es tan explícito y quizás eso es lo que me haya separado más de la cinta. Es una película entretenida, violenta, imprevisible, mordaz, burra, enferma. Se hace muy ligera a pesar de durar casi tres horas, pero al no sentir que está rodada por Tarantino, excepto en algunas secuencias, su poder, para mi gusto, es mucho menor.
No llego a empatizar con ninguno de sus personajes, es más, trabajan en el cine, pero podrían trabajar en cualquier otra cosa, sólo es relevante porque la película se desarrolla en Hollywood y en el mundo de las estrellas y porque Roman Polanski y Sharon Tate realizan su aparición (los actores que los interpretan en ese fatídico verano de 1969).
El guión se consume, se va haciendo cenizas casi sin darnos cuenta. Es un buen guión y un buen montaje, lo podemos comprobar por el estado anímico de los espectadores después de casi tres horas sentados en unas butacas incómodas de una sala oscura. Y es innegable que la película juega su mayor baza como metacine, como un continuo juego referencial a grandes hitos de la historia del cine, donde se suceden homenajes, recreaciones, cameos y reinterpretaciones. Y es cierto también que debemos reconocer en Tarantino una gran labor que aún no hemos alabado que es la de reescribir episodios cruentos y bochornosos de nuestra historia. Lo hizo en Malditos bastardos con Hitler y lo hace en Érase una vez en Hollywood con la matanza de los Mason de 1969 ( y hasta ahí puedo contar).
De Margot Robbie y de Al Pacino no voy a hablar porque sus presencias en la pantalla son meramente anecdóticas. Es cierto que Robbie aparece en el poster y es parte del hilo conductor pero no tiene apenas diálogos. El papel de Brad Pitt es sin duda el más desternillante, más complejo y completo, el más desarrollado y el que da verdadero fuelle a la cinta, pero su compañero de reparto como siempre destaca en interpretación. Brad Pitt gana en mister y Di Caprio, con el tiempo, gana en profesionalidad matices en sus caracterizaciones.
La película parece adentrarse sin frenos en un terreno ya conocido de la historia, pero el cineasta da un golpe de timón y se lleva la cinta a sus propias ocurrencias, a sus perversas y enfermas aportaciones. Y es ahí, también, donde a mí me pierde. Podría ser una película más de Tarantino. Una cinta notable sin nada destacable pero con ese final puede ser una muy buena película en otro cineasta pero no en Tarantino. Del maestro, siempre pediré más. Aunque como siempre tiene un gusto exquisito para la banda sonora, con guiño incluido a la música española, incluso en su trailer.
Veánla, disfrútenla, recomiéndenla, pero pregúntense, si en esa película siguen viendo a Tarantino o si es cierto lo que se pregunta mi amigo Nestor Juez en su crítica sosegada a la película de si compramos todo lo que venga de Tarantino, haga lo que haga.
Premios: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso
Sinopsis: La película se centra en el panorama cambiante de Hollywood a finales de los años 60, cuando la industria empezaba a olvidarse de los pilares clásicos. La estrella de un western televisivo, Rick Dalton (DiCaprio), intenta amoldarse a estos cambios al mismo tiempo que su doble (Pitt). Sin embargo, la vida de Dalton parece que está ligada a sus raíces de Hollywood, puesto que es vecino de la actriz y modelo Sharon Tate (Robbie), que acaba siendo víctima de la familia Manson en la matanza de agosto de 1969.
Nota: 7