En las estrellas (Zoé Berriatúa, España, 2018)

Zoé Berriatúa lo intentó con Los héroes del mal, una ópera prima compleja y sensible que pasó sin pena ni gloria y ahora lo intenta con En las estrellas, también con producción de Álex de la Iglesia y distribuida por Vercine. 

Zoe Berriatúa se desquita de su sonoro fracaso incomprensible porque Los héroes del mar es una loable ópera prima de un buen realizador de cortometrajes, pero tan extrema como arriesgada.

El cineasta realiza un cuento onírico y postapocalíptico donde el cine es la meta y los sueños el camino para su realización. Un canto de amor al cine a brochazos que de haber sido más sutil, menos sensiblero y predecible nos hubiera dado una de las mejores películas españolas de la temporada.

El director de cine en paro, por supuesto, aquejado de todas las deudas que existan y sobrellevando como puede la muerte de su esposa y el cuidado de su hijo Ingmar (sí sí, en homenaje al cineasta sueco), se declara vagabundo y deambula por los desechos de las basuras, los almacenes de películas, la comida que la gente abandona sin piedad en los restaurantes de comida rápida y sobre todo por las salas oscuras, el único lugar del mundo donde realmente puede volver a ser un niño, donde puede volver a soñar, donde puede mostrar a su propio hijo la longitud de sus deseos y donde puede imaginar cómo será la película que les haga grandes e inolvidables. Por estos lugares distópicos busca localizaciones para filmar con su inevitable e infalible escudero Ingmar, la que sera su proxima película. Aunque sea por el placer de hacerla.

La luna contempla la historia de esa nueva creación porque los sueños están siempre muy cerca de las estrellas y así en esta franja onírica de la que hablamos se genera una auténtica oda al arte de hacer películas, de contemplarlas, de sentirlas y de disfrutarlas. Una lucha de David contra Goliat en un universo donde David pocas veces puede realizar su película soñada porque los estudios Goliat nunca estarán dispuestos a financiársela. El arte es necesario, pero necesita pasta. Un buen diseño de producción y una banda sonora al compás de esos pioneros de la historia del cine que fueron capaces de crear efectos visuales y especiales sin la aparición de máquinas.

Berriatúa reivindica la paternidad de los hijos, así como de la de las películas y nos habla de la importancia de saber demostrar ese amor día a día desde la cinefilia y desde la paternidad más emocional y sensible. Saber disfrutar en familia de las filmotecas, de los archivos, de los negativos fílmicos, de sus almacenes, de las salas oscuras, de los proyectores… es una bendición se vea una película de John Huston o un Megalodon de turno llenos de palomitas y coca cola para el único uso de la propia diversión. Benditas también los homenajes de la cinta y todo ello capitaneado por una excelente interpretación del enorme Luis Callejo al que le faltan unas cuantas duchas y un poquito de recorte de cabello pero que sabe plasmar a la perfección esa desilusión vital que sólo se puede recobrar desde el cariño paternal y desde la propia cinefilia.

Sinopsis: Víctor es un director de cine al que le superan sus propias desgracias. Es alcohólico, está en paro y terriblemente deprimido, en gran parte a causa de la muerte de su mujer. Sin embargo, Víctor sigue siendo el mejor en una cosa: contarle historias fantásticas a su hijo de nueve años, Ingmar. Dichas historias son cada uno de los guiones que sueña con dirigir en un futuro, cuando reúna todos los recursos necesarios. Víctor e Ingmar comparten un presente lleno de tristeza y precariedad, pero también plagado de robots y localizaciones de películas que han visto juntos. A pesar de formar un gran equipo, sus problemas se multiplicarán cuando los demás empiecen a cuestionar su papel como padre.

Nota: 6,5

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