Cuernavaca (Alejandro Andrade, México, 2017)
Después de dos cortometrajes, el primer largo del mexicano Alejandro Andrade, se estrena en nuestro país, con una apagada interpretación de la gran Carmen Maura.
Cuernavaca es ese lugar perdido al que siempre intentamos retirarnos para pensar, el lugar donde vuelven los sueños, la inocencia, la adorada infancia y donde nos enfrentamos a todo sin la responsabilidad de la vida adulta. Es el lugar que huele a magdalenas, a campo, el lugar de la libertad y también el de la comprensión.
Pero Cuernavaca también lo que apareció porque ya no había otro camino. El último reducto para continuar. La pérdida de la madre, esa figura imprescindible y la búsqueda de un padre, perdido ausente tras la figura alcoholizada, casi arquetípica y exagerada de una abuela déspota y vil en el cuerpo de Carmen Maura.
El melodrama no acaba de cuajar, no nos creemos nada, ni siquiera un intento notable por parte de su niño protagonista, para que compartamos con él su terrible presente. La cinta naufraga en el intento de reflejar una dura realidad, la de compartir tiempo y espacio con los narcos, para seguir sus juegos, a la vez que se «juega» a convertirse en adulto.
Desde un inicio que por su fotografía parece más sacado de un sueño, un onírico atraco donde todo está rodado como si se fuera amateur, la credibilidad de la película es nula, sobre todo por un guión sin un desarrollo de los arcos de transformación de los personajes y porque el conflicto principal es tan anecdótico como vago y olvidable.
Sinopsis: El mundo de Andy cambia totalmente cuando su madre tiene un accidente. Sin nadie que lo cuide, es llevado a Cuernavaca, a la casa de su lejana abuela paterna. Mientras su madre se debate entre la vida y la muerte, el niño se enfrentará al rechazo de su abuela, al mundo seductor y peligroso del hijo del jardinero y a la búsqueda de su padre.
Nota: 4