A Hundred Flowers (Genki Kawamura Japón, 2022)
Es la ópera prima con la que el director fue premiado en el pasado Festival de San Sebastián con la Concha de Plata a Mejor Dirección, convirtiéndose en el primer cineasta japonés en lograr este reconocimiento. Genki Kawamura es conocido por ser productor de exitosos animes como Suzume, Your Name o El niño y la bestia, guionista de películas de la saga Doraemon; y también por firmar la novela Si los gatos desaparecieran del mundo. Además de productor, guionista y escritor, Kawamura dio el salto a la dirección en 2018 con su cortometraje Duality, que presentó en el Festival de Cannes.
Coescrita junto a Kentaro Hirase, A Hundred Flowers es una adaptación de la novela del propio director, Hyakka, basada en su experiencia personal; su abuela hace siete años comenzó a padecer Alzheimer.
Es una película sensible y delicada, que a través de la relación de una madre y su hijo hace un recorrido por los recuerdos, la memoria, con un enorme poder de evocación poética. El piano que acompaña y siempre una flor en el jarrón.
Madre e hijo van transitando en el mutuo reconocimiento, ella rescatando imágenes de su vida que poco a poco perderá y el hijo atascado en un antiguo reproche que le impulsa a huir de la presencia materna pero que al mismo tiempo siente como un deber irrenunciable su cuidado. Sorprende la frialdad del trato entre ellos, sin abrazos, sin besos, con escaso contacto físico.
Los personajes están interpretados por la maravillosa Mieko Harada, actriz con una larga y premiada carrera que ha trabajado entre otros con el maestro Akira Kurosawa y por Masaki Suda, un popular y reconocido actor y cantante.
Al hablar de la terrible enfermedad del Alzheimer, viene a la memoria la estupenda película de Florian Zeller El padre. Muy diferentes ambas en la forma de abordar el problema, occidente y oriente, tan diferentes en la forma de exteriorizar los sentimientos y el trato dispensado a los mayores. En A Hundred Flowers vemos la misma escena repetida, como si Yuriko (la madre) viviera en un círculo, refleja bien el deterioro cognitivo que sufre, aunque no alcanza el dramatismo que reflejaba Anthony Hopkins en esa constante perdida de la realidad.
La enfermedad va despojando a quien la sufre de casi todo; los enfermos necesitan cuidados médicos y medicación, pero el doctor que atiende a la enferma también prescribe mucho amor.
Aunque veladamente la cinta también plantea el difícil encaje entre la vida de nuestros mayores a quien atender y cuidar con las vidas de los hijos, con sus propias familias y sus obligaciones profesionales, agravado en ocasiones con grandes distancias entre unos y otros.
Cuando llega el momento vital del cambio de rol, pasar de ser el objeto del cuidado de los demás a ser quien cuida a mayores o hijos, surgen las dudas de cual será el papel que desempeñaremos, empezamos a ser conscientes y visitamos en nuestros recuerdos, la forma en que fuimos amados y cuidados. Una nube se cierne en el cielo de Izumi (el hijo) ante su respuesta.
El aspecto visual y el uso del color tan contenido, crea una atmosfera de cierta ensoñación. La madre siempre viste en color vainilla o amarillo claro, el hijo y todos los demás en tonos neutros, sin estridencias, todo es pausado y equilibrado. Hasta la flor en su jarrón tiene las mismas tonalidades, cuenta con la maestría de uno de los mejores directores de fotografía japonés, Keisuke Imamura.
Cien flores, que bien podría llamarse “fuegos artificiales de mitad”, una frase repetida por la madre y que a final cobra todo el sentido.
Festivales y premios: Festival de San Sebastián 2022: Sección oficial a concurso. Concha de Plata – Mejor dirección
Sinopsis: La mente de Yuriko comienza a deteriorarse rápidamente, ya que padece de demencia. Sin embargo, para su hijo Izumi, los recuerdos de su madre permanecen tan nítidos como cuando vivió la experiencia que los originó. El recuerdo de una vivencia lo persigue y atormenta especialmente: cuando pensó que ella había desaparecido.