SIN OXÍGENO (Alex Parkinson, Reino Unido 2025)

Sin oxígeno retoma la historia que Alex Parkinson ya había explorado en el documental Last Breath (2019). Basada en el caso real del buzo Chris Lemons, que quedó atrapado en el fondo del Mar del Norte con apenas diez minutos de oxígeno, esta nueva versión de ficción pretendía profundizar en la dimensión humana de una experiencia límite. La premisa resultaba prometedora: volver sobre un relato verídico con las herramientas de la narrativa dramática, capaz de expandir lo que en el documental quedaba en el terreno de lo factual.

El problema es que el guion nunca consigue sostener esa ambición. Los personajes, lejos de estar desarrollados con la complejidad que cabría esperar, aparecen trazados de forma esquemática, sin matices ni contradicciones. Los diálogos, demasiado simplistas y en ocasiones ridículos, no solo restan credibilidad a la historia, sino que desactivan cualquier posibilidad de identificación con los protagonistas.

Aun así, el film consigue momentos de gran intensidad. El instante en el que Chris se queda sin oxígeno, con la respiración como único sonido y la pantalla convertida en un espacio opresivo, concentra la tensión que debería haber vertebrado todo el metraje. Esa secuencia, aislada, muestra el potencial de una película que pudo ser un angustioso thriller de supervivencia, pero que se queda en destellos.

En el apartado técnico, el sonido se erige como la baza más sólida. El diseño auditivo potencia la sensación de encierro, la fragilidad de la vida bajo el mar y el dramatismo de la lucha contra el tiempo. Sin embargo, más allá de este logro, la puesta en escena resulta genérica y sin la personalidad suficiente como para distinguirse en un género donde la inmersión sensorial es fundamental.

El mayor error, quizá, es la tentación de convertir la película en una hagiografía, presentando al protagonista como un héroe casi mítico. Al optar por esa vía, Parkinson sacrifica la posibilidad de explorar lo humano en toda su complejidad y reduce el relato a un esquema de exaltación. Al final, la mayor paradoja de Sin oxígeno es que la inmersión prometida nunca llega a cumplirse: en lugar de dejarnos sin aliento junto al buzo atrapado, el espectador mantiene siempre una distancia segura, casi como si mirara desde la superficie con un tubo de aire asegurado. La verdadera falta de oxígeno se produce fuera de la pantalla, cuando uno intenta escribir sobre la película y constata que lo que debería haber sido una experiencia asfixiante apenas logra rozar la piel.

Sinopsis:
Un equipo de buzos de aguas profundas emprende una misión contrarreloj tras un accidente: Chris Lemons (Finn Cole) queda atrapado a 90 metros bajo el mar del Norte con solo 10 minutos de oxígeno de emergencia, mientras sus compañeros (Woody Harrelson y Simu Liu) luchan contra una feroz tormenta en la superficie para rescatarlo.

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