La extraña pareja: 9 fugas y The tune

En La extraña pareja nos desviamos del habitual monólogo sobre la película de turno para buscar el diálogo, la dialéctica entre largometrajes. Una sección libre de restricciones ni guías de ruta en la que pretendemos encontrar sinergias. Una vez al mes, reuniremos frente a frente una dupla de títulos a priori dispar o incompatible pero que, con la atención adecuada, puedan suscitar una rica conversación, o ofrecer reflexiones atractivos sobre aquellos rasgos en común que oculten. Sin más preámbulos, os invitamos a que nos acompañéis en esta aventura.

Como cinéfilo y crítico uno de los elementos que más he valorado siempre del cine es su capacidad de suscitar reflexión, debate o conversación posterior. Su capacidad de sorprender. Y en el caso de la anómala dupla sobre la que me dispongo a disertar en el presente artículo, debemos centrar la mirada en lo que representan en tanto voces originales en el panorama del cine musical. Un género al que servidor le guarda un aprecio especial, si bien es cierto que los exponentes que ofrece cada curso suelen ser deficitarios, acomodados en algunos estereotipos narrativos y tonales tiempo ha gastados. Y he aquí la conexión entre dos películas cuyas naturalezas no pueden ser más distantes, pues ambas presentan como rasgo identitario determinante su libertad musical. Me refiero a la animada The tune, dirigida por Bill Plympton en 1992, y a la producción independiente gallega 9 fugas, de Fon Cortizo. Filmes hasta cierto punto irregulares, pero ambos trabajos extremadamente libres a nivel musical y laxos a la hora de permitir al absurdo el acceso a sus relatos. Dos títulos que seguramente quedarán sepultados en el tiempo pero que bien merece la pena detenerse a echarles un vistazo.

En el caso de The tune, es cierto que es un trabajo de un autor de mucho prestigio entre crítica y cinefilia, pero mucho más ignorado entre el público. Es animación lejana de cualquier relato familiar, que abraza sin rubor el surrealismo, la sátira grotesca e incluso la sexualidad desatada. Son un claro ejemplo de cine energía, de cine de la experimentación, de la alegría festiva subconsciente, de narrativas tan crípticas como desquiciadas pero siempre atractivas. The tune es un ejemplo claro en su filmografía de musical puro. La música es constante vía de escape del día infernal a contrarreloj de su protagonista, y expresión de los estados emocionales y sensaciones de cada personaje que aparece. El universo onírico en el que se sitúa la película se describe a través de las canciones de los personajes (no en vano, la estructura argumental se organiza sobre etapas, diferentes espacios por los que circula el protagonista como si pantallas de videojuegos se trataran). Cualquiera se arranca a cantar, y uno de los aspectos más deliciosas es que se canta por las causas más mundanas. Bien harían muchos en seguir su ejemplo, pues no es necesario reservar el mundo de la canción a los amoríos y los sentimientos intensos. Jazz y piano en un contexto donde las formas mutan y se deforman, en el que los hombres se agreden entre sí de maneras maleables que sólo la animación permite.

En lo que a 9 fugas se refiere, nos encontramos ante un filme más dramático, de tono mas denso y desconcertante. Una odisea nocturna inquietante de extravío y extrañeza con una fuerte carga costumbrista y una atmósfera de misterio y desasosiego. Una obra sumamente coherente pese a ser construida de manera fragmentaria y experimental, una sinfonía teatral en nueve piezas abstractas en las que, de manera sorprendente, la música se abre paso. No desde las voces humanas, sino a través de disonancias. Sin duda uno de los aspectos más interesante de la película es su habilidad para encontrar sonoridades inesperadas, de buscar melodías y discursos sonoros en chirridos y demás estertores del paisaje gallego portuario, urbano y campestre sin que nunca llegue a parecernos ruido. Los acordes naturalistas se funden con las acciones abstractas y esbozos de trama que nos ofrecen los episodios de la película de una manera orgánica y siempre impactante, dando a esos paisajes oníricos por los que circula el largometraje matices expresivos que hacen que, si bien inexplicable y arrítmico, el filme nunca pierda el interés. Una rara avis de rasgos característicamente patrios tan personal como irrepetible que está lejos de ser una experiencia plena o un conjunto bien organizado, pero que a nivel formal deja constantes muestras de talento.

En definitiva, dos películas tan compatibles como el agua y el aceite pero que anuncian a voz en grito que, desde la experimentación, el riesgo, el desenfreno y la falta de complejos, otro cine musical es posible.

Néstor Juez

Un comentario

  • Javier Sánchez

    Lee a Néstor para asistir a la celebración de la palabra con que me deslumbra en todas sus crónicas. Me siento un José Feliciano al que le llega la música po los oídos y ve por sus ojos invidentes la película gracias a la pericia de un buen narrador.

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