Todos lo saben (Asghar Farhadi, España, 2018)

Uno de los mejores cineastas de nuestro tiempo, el iraní Asghar Fahardi, que tiene dos oscars bajo el brazo con Nader and Simin: Una separación y El viajante se traslada a España en Todos lo saben, una película notable protagonizada por un elenco de ensueño: Javier Bardem, Penélope Cruz, Ricardo Darín, Bárbara Lennie, Elvira Mínguez, Eduard Fernández y el cada vez más nombrado Sergio Castellanos, que podría ser nominado al Goya a mejor actor revelación. 

No hizo falta que apareciera Asghar Farhadi, ni mucho menos que empezara a ganar premios internacionales, para que nos interesáramos por el cine iraní. Lo hicimos primero por ser un cine casi perdido, del que llegaban a nuestras salas despojos o películas laureadas y algún que otro clásico. Y además lo hicimos porque ya hace bastantes años descubrimos al enorme y desaparecido Abbas Kiarostami, quien nos ha regalado películas naturalistas de profunda naturaleza humanista como El sabor de las cerezas.

Después llegó Farhadi y llegó para quedarse. Quizás nuestra película preferida suya fue A propósito de Elly, un film complejo y de múltiples virtudes que ganó el Festival de Tribeca y obtuvo también el premio al mejor guión en Berlín. Era su cuarta película pero la primera con trayectoria internacional. Después llegaron Nader and Simin: Una separación en 2011 y El viajante en 2016), ambos oscars a la mejor película extranjera; entre medias el cineasta al igual que lo ha hecho ahora hasta España, rodeado por un equipo técnico y artístico español, lo hizo hacia Francia en El pasado, protagonizada por Berenice Bejo y Tahar Rahim.

He dejado El pasado para el final, porque tiene un título y una forma que se relaciona intrínsecamente con Todos lo saben y que en su planteamiento también tiene nexos de unión. Cuando vimos El pasado, descubrimos una película loable de un director capaz de interpolar su opinión y su relación con la humanidad hasta los problemas domésticos de los lugares que mejor conoce y en El pasado se notaba esa ausencia de vida. Farhadi no se movía por Francia igual que lo hace por Irán, en Irán parece un demiurgo y, sin embargo en Francia, parece contarnos la historia por imposición, todo queda mucho más esquemático, contado a brocha gorda y todo ello se repite en Todos lo saben cambiando Francia por España.

Comencemos diciendo que una película notable de Farhadi no es algo bueno, porque estamos acostumbrados a su excelencia y aquí aunque hay muchos aspectos a tener en cuenta, hay puntuales errores que en ocasiones se hacen demasiado evidentes.

Nada que objetar al casting, es decir a la elección de los actores y actrices que forman parte de este espectacular elenco, mención especial para las interpretaciones de la incombustible Bárbara Lennie (poderosa, dolorosa y dolorida) el joven Sergio Castellanos (atisbando ese fugaz primer amor que en realidad se te escapa entre los dedos) y en la mayor parte del metraje un contenido y en un papel muy complejo Javier Bardem. Junto a Penélope Cruz también han protagonizado este año uno de los mayores bochornos fílmicos patrios de los últimos años: Loving Pablo, del otrora buen director Fernando León de Aranoa.

Y nos ha pasado lo mismo que nos ocurre siempre con Penélope Cruz, en ocasiones está brava, inolvidable, sensible y dura al mismo tiempo como en No te muevas o Volver pero en otras (y ya van demasiadas) está torpe, absurda, sobreactuada, ridícula y plana como en Mamá de Medem o en Volver a nacer de Sergio Castellito, pasando por su propio Oscar la sobrevaloradisima Vicky Cristina Barcelona, que debería ser un capítulo importante a estudiar en libros de interpretación sobre»Cómo no sobreactuar en pantalla grande». La interpretación de Penélope en Todos lo saben pende de un hilo casi todo el largometraje y, por ello, hay escenas donde nos resulta creíble y otras tantas donde se excede como casi siempre hace la madrileña. Quizás sea que no me gusta cuando se pone excesivamente dramática (sobreactuación lo llamo cuando tengo el día bueno) o quizás es que nunca me ha gustado como llora en el cine, yo creo que esta mujer no sabe llorar (al menos para la ficción). Supongo que también es un problema

El cineasta iraní quería rodar en España porque es un lugar en el que «lo tradicional convive con lo moderno» y con este equipo soñado por cualquier cineasta patrio y planteó desde el principio una historia donde el pasado (de ahí la mención anterior al film francés) y los primeros amores fueran el trasfondo de una historia de secuestros durante una boda pueblerina llena de jolgorio y ruido.

Al caos de la celebración a la que todos acuden, incluso la familia argentina, encabezada por Penélope (con ausencia de su marido Ricardo Darín, que se hará presente a través de dispositivos electrónicos durante las dos primeras partes del film y luego hará acto de presencia en la última parte); se le une el dolor y la angustia de la inexplicable captura de una joven de la familia. Los fantasmas del pasado, los amores perdidos (y cobardes), las herencias, las ausencias, todo lo que todos saben y nadie cuenta y todo lo que todos cuentan pero nadie sabe. Todo se hace presente, mientras asistimos a la elaboración de un puzzle que en realidad tenía una sencilla  explicación, por simple, banal y facilona no consigue Farhadi tenernos en suspense constante, sino que el guión se cuenta más en el cómo que en el qué.

Buen analista Farhadi a la hora de explorar esa angustia ante la espera, ante la falta de noticias, ante la explicación no existente. Tiene sus mejores momentos en punzantes diálogos, normalmente en escenas de a dos, porque es una película íntegramente construida en torno a parejas. Y cuando hay más de un personaje el resto sobra. Pasa con la hija de Penélope y el nuevo chico que conoce, pasa con Bárbara Lennie y su pareja Javier Bardem, pasa con Elvira Minguez y su pareja Eduard Fernández. Todos tienen mucho que ocultar, pero todo saldrá a la luz más pronto que tarde. Para nosotros demasiado pronto y por ello se pierde la tensión dramática. Aunque una de las mejores secuencias sea la del desenlace de la niña, quizás por su tensión y por saber sintetizar en una dirección axfisiante y dolorosa la capacidad de un padre y de una madre de aguante y de sufrimiento para recuperar a un hijo.

Bien también el iraní al intentar recabar las sensaciones, miradas, rotundas comparaciones y análisis pormenorizados que, sobre todo las gentes mayores, realizan en los pueblos; aunque mucho más certero estuvo, por ejemplo, Carlos Saura, en el retrato de esa España pueblerina que se teñiría de rojo y negro en El séptimo día. Como aquél, también plantéa una dicotomía muy interesante sobre si las tierras son de los que las compran o de los que las trabajan, metiendo eso sí con calzador, el tema de la inmigración irregular, el cobro en dinero negro y los prejuicios contra los que vienen de fuera pero sólo si no tienen ropa de marca, grandes coches y plata para gastar.

En esa búsqueda del futuro incesante de cualquier familia, el presente se para y hay que buscar los errores del pasado para poder subsanarlo. Sin pasado no hay presente y sin presente, evidentemente, no habrá futuro. Y por el camino, el desgarro de una sociedad que todo lo calla, que todo comenta, pero que no dice nada (en mis días malos también, lo llamo hipócrita).

En definitiva, una buena película española, que habría sido una buena candidata al Oscar, evidentemente antes que mandar a Campeones, pero con unos problemas de guión y de algunos intérpretes, difíciles de soslayar. El problema es que todos lo sabíamos antes de ver la película. Y ahora, Farhadi, ¿a dónde irás?

Premios: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso.

Sinopsis: Laura viaja con su familia desde Buenos Aires a su pueblo natal, en España, para asistir a la boda de su hermana. Lo que iba a ser una breve visita familiar se verá trastocada por unos acontecimientos imprevistos, que sacudirán las vidas de los implicados.

Nota: 7

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