San Sebastián: Día 2

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Like father like son: Queríamos empezar bien el día y nos fuimos a lo seguro, después de una inauguración de lo más espectacular: Enemy y Adele rebasaron completamente nuestras expectativas iniciales y teníamos miedo que ya ninguna película nos gustara de ese modo. Por eso elegimos a Hirokazu Kore-Eda, el maestro asiático, pupilo y discípulo de los saberes del gran Yasujiro Ozu. Con permiso de Adele, Kore-Eda se convirtió en uno de los claros favoritos a la Palma de Oro de la última edición del Festival de Cannes y se acabó alzando con el Premio del Jurado. Sin duda, esta película salva esta segunda jornada más bien decepcionante, aunque sabemos que lo que nos ocurre es que compararemos todo lo que veamos con Adele, y lo más probable es que cualquier película salga perdiendo.

Like father like son es ante todo contención y poesía como todo el cine del maestro nipón. Lo que podría haberse convertido fácilmente en una telenovela de las que en alguna cadena nacional se emiten en la sobremesa; se convierte aquí en un prodigioso estudio sobre las relaciones entre padres e hijos, un conflicto generacional que provoca inseguridades y miedos y que confronta también la sociedad antigua con la actual, la educación en valores morales y la permisividad y el materialismo de hoy.

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Le weekend de Roger Michell. Si pensamos que su director es el mismo que realizó la prescindible por mucho que los amantes de las comedias románticas la veneren: Nothing Hill, poco podíamos esperar de esta cinta inglesa. Pero si también pensamos que también ha sido capaz de provocarnos diferentes emociones tanto con Enduring Love (El intruso) como con Venus, sobre todo con esta última, la cosa cambiaba. Pero lejos de los que piensan que se puede convertir en una digna Concha de Oro, nosotros nos aburrimos bastante. Es cierto que contar con la presencia imborrable de Jim Broadbent y tener toques de Woody Allen, aunque muchos lo intentan, pero sólo él puede serlo; contribuyen a que la película tenga «algo». No es que esté vacía como la que vimos después, pero es una historia mil veces vista, con unas interpretaciones memorables como era de esperar; alguna escena impactante y necesaria ante un metraje inocuo y algún nostálgico titubeo en forma de recuerdo ante el Banda Aparte de Godard, que escuece más que agrada.

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Las brujas de Zugarramurdi. La verdad es que llegamos a esta película sin quererlo, porque la película venezolana a competición había agotado sus entradas. Y con esos pesares entre nosotros nos adentramos en una sala abarrotada de gente porque íbamos a ver la película que iba a salvar la taquilla con permiso de La gran familia española, de este año de cine español. ¿Y qué nos encontramos? Más de lo mismo. Una factura técnica impecable, una historia vacía, con mucha mala baba como suele tener Álex de la Iglesia, mucha lujuria, mucha sangre, mucha locura y muchas muchas risas. Eso es inevitable, nos guste o no la película te hace reir a carcajadas. Pocos serán los que no acudan a verla, y esa es la mayor virtud de Álex, que atrae con películas vacías a mucho más público que cuando realmente realizaba películas importantes como La comunidad.

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Quizás lo más gratificante de cualquier película de Álex de la Iglesia sea el humor esperpéntico que hace que Valle Inclán llegue por ejemplo a nuestros días. Eso y poder contar con el beneplácito y la colaboración de buena parte de nuestro cine. Los cameos de Santiago Segura y Carlos Areces como brujas son antológicos. Pero lo bueno realmente es que la película no entraba a concurso y que precisamente se estrenaba en semejante cita para aprovechar la ocasión y premiar a una de las mejores actrices que ha dado nuestro país, con el Premio Donosti: Carmen Maura. Ella y Terele Pávez están soberbias, habría que destacar también aparte de varios cameos, la participación de Macarena Gómez, que poco a poco se va ganando un lugar en nuestro país como musa del género  o al menos del género bizarro. La propuesta recuerda a otra cachondada donde no se salvaba nadie: Lobos de Arga y como divertimento es muy gratificante pero no aporta nada nuevo.

Por último la que fue la inauguración de este festival, la proyección que el director Juan José Campanella presentaba fuera de concurso con una notable expectación. Resulta que el cineasta argentino por excelencia, el que tanto y tan bien nos ha hablado de los sentimientos, por ejemplo con El hijo de la novia o El secreto de sus ojos, con la que incluso llegó a conseguir un Óscar de la Academia a la mejor película extranjera; ha decidido (y le puede costar muy caro) que su siguiente paso debía ser el cine animado. Para ello presenta en sección oficial pero fuera de concurso (menos mal, porque no podría soportar un premio a una película para niños de cinco años): Futbolín. Y por si no teníamos poco, en 3D. Miradas al reloj cada cinco minutos, un argumento ridículo previsible y una estilizada- eso sí – animación que sorprendería a algunos de Disney.

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Futbolín es larga, infantil y absurda. Y Campanella se ha caído del limbo y ha vuelto a la tierra. Esperamos mucho más de este argentino, y esperamos, sobre todo, que no le hayamos perdido. Nosotros que no amamos demasiado el deporte estrella, pensamos que Campanella se ha metido un gol en propia meta en la Final de la Champions.

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