Más allá de las montañas (Shan he gu ren, Jia Zhang Ke, China, 2015): Una China perdida

«Supongo que debemos sentir dolor para saber que amamos»

Jia Zhang Ke es probablemente el director chino que mejor haya reflejado los cambios políticos, culturales y sociales de la China contemporánea. A través de sus paisajes casi a la manera de Antonioni, hemos descubierto una China acomplejada y en lucha perpetua entre el comunismo y el capitalismo, ambos en sus lados más extremos, entre el tiempo y el espacio, todo lo que cambia y lo que persiste.  Zhang ke tiene fama internacional gracias a los críticos y sobre todo a los premios que ha ido cosechando alrededor del mundo. En 2006 su película Naturaleza muerta, presentada a concurso por sorpresa durante el certamen veneciano; se alzó con el León de oro a la mejor película. También consiguió del premio al mejor director por la perturbadora Un toque de violencia.

Lo increíble de Jia Zhang ke es conseguir sorprender con cada historia. Ya lo hizo hace dos años con Una historia de violencia, consiguiendo el premio al mejor director en el Festival de Cannes

Si analizamos Más allá de las montañas como una obra de un artista nuevo nos parece sublime en casi todos sus puntos; pero lo es mucho más si lo hacemos en referencia al resto de su obra. Desde los primeros compases de 1997 con Pickpocket a la última

 

Jia a través de tres tiempos nos lleva de viaje por una China que se va abriendo a occidente y que va perdiendo su identidad, su forma, sus costumbres. Ahí entronca la escena inicial con los acordes del “Go west” de los Pet Shop Boys con la final, una de las más bellas del cine asiático en los últimos años: Tao baila sola y se despide del pasado , en el invierno de 2025 delante de un templo de Fenyang. En el camino ha perdido mucho. Una familia, el amor, un hijo, el comunismo, etc. Ha perdido incluso su identidad porque Tao no es más que eso. Es el paradigma de lo que China será en el futuro. Habrá que dejar el pasado atrás y continuar, aunque nos quedemos sólos,

En esos tres tiempos de los que hablábamos, Zhangke nos habla de un pasado juvenil, prometedor, lleno de amor, con una China en auge; después pasamos al presente donde todo el mundo está perdido y donde no sabe hacia donde tirar y por último llegamos a un futuro incierto, donde China se ha abierto completamente al capitalismo, donde el país o sus habitantes han perdido su identidad (incluso algunos no recuerdan su nombre chino). Ese mundo de las tradiciones que se va perdiendo, que se muere, es el que permite que las relaciones fluyan por encima de las nuevas tecnologías, de las distancias físicas por encima de los clicks del ordenador.

Zhang Ke se nutre de este melodrama triplemente temporalizado, para hablarnos de la transformación de China como sociedad en apenas dos décadas. Zhang ke nos habla de algo tan doloroso como comprobar que las derivas de la sociedad china y casi cualquier sociedad del primer mundo actual está más preocupada por las relaciones tecnológicas que de las físicas o terrenales. El hijo está más preocupado por hablar con su madrastra a través de Skype que por comunicarse con su madre, a la que tiene literalmente a su lado. Una sociedad horrenda, carente de valores, que sin embargo, todo puede comprarlo con dinero. Incluso el amor.

No nos basemos en las historias sino en los detalles que tienen detrás, no nos basemos en las reacciones primerizas de estos dos hombres ante el amor de Tao sino en cómo se modifican sus vidas y sus caracteres junto a los cambios en China.

Fotograma de la película.

Este  tríptico cinematográfico, nada convencional, como todo el cine de Jia Zhang Ke, nos traslada a 1999, 2014 y 2025 respectivamente. El último enmarcado en un futuro cercano más preocupado por aquellos que abandonaron el país en busca de dinero. En la entrevista que Antonio Cabello le realizó al cineasta en el Festival de San Sebastián, Jia Zhang ke reconocía que utilizaba los diferentes formatos para hablar de los diferentes tiempos de la película (1:33, 1:85 y 2:39 respectivamente) de una manera artística y por un ejercicio de memoria, de recuerdos. Al pensar en esas épocas creía recordarlas de esa manera. 

Tao elige entre sus dos pretendientes al más pudiente y menos amable y el fruto de esa relación se llama Dollar, aunque todo esto carece de cualquier tipo de delicadeza, lo cierto es que Zhang Ke consigue nuevamente criticar todo aquello que quiere, esta vez sorteando de una manera mucho más sutil la censura china. Las relaciones humanas se pervierten, se deshumanizan y el contexto rural característico del cine Zhang ke va suprimiéndose en pro de la huida, hacia otros mundos.

Cuando Tao baila 26 años después, esa misma canción, pero esta vez en solitario, lo hace gritando por haber aguantado, por no haber sucumbido a los cambios; a pesar de haber perdido cualquier relación, cualquier amor. Resiste ante la llamada de Occidente, del capital, del dinero, del poder y se queda con sus costumbres y sus tradiciones. En esta secuencia fluye de una manera emocional la importancia de una película que nos da mucho más de lo que imaginábamos.

Nota: 7

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