MARY SHELLEY (Haifaa Al-Mansour, Estados Unidos, 2017)

Filmax estrena en cines españoles una nueva vuelta de tuerca al cine academicista británico que nos diera importantes u gratos títulos como Sentido y sensibilidad, Orgullo y prejuicio o Jane Eyre, por irnos a los últimos años.

Hace doscientos años, nada más y nada menos, se publicó la primera edición de Frankestein o el moderno prometeo. Cuando se comenzó a escribir Mary Goldwin tenía 16 años y en sólo dos años convirtió su obra en una novela de culto que ha pasado a la historia de la Literatura.

Aquí bajo la aparentemente angelical mirada de ese prodigio de joven actriz que es Elle Fanning, se nos presenta la historia real de Mary Goldwin, quien se atrevió a publicar y a encontrar su propia voz en un siglo en el que todavía no estaba bien visto (¿aún hoy lo está?), que una mujer escribiera por sí misma.

De padres escritores y con cierto prestigio y con familia de clase media pero con recursos, Mary dedicó su vida a investigar, a leer, a descubrir su propia mirada autora única y a amar, desbordarse por su enamorado aún encontrando la desidia, la incomprensión y la melancólica decepción.

Shelley encontró un lenguaje único a través de sus experiencias vitales y amorosas. Y eso parecía ser razón lógica para trasladar ese periodo convulso emocional y creativamente que nos llevó a esa obra maestra cuando solo tenía 18 años al cine, pero no al menos de la manera en que se ha hecho.

Con producción norteamericana, estética academicista inglesa, forma de telenovela mexicana y dirección de la saudí Haifaa Al-Mansour (a la que recordamos y también después de ver esta adaptación su emotiva y sincera opera prima: Wanda, la bicicleta verde), la cinta se pierde al convertir el periplo de su protagonista en un Sálvame edulcorado, risible y exagerado, cuando lo que más nos interesaba del personaje de Elle Fanning era que mostrase aquello que la hizo inmortal: el proceso de creación de su obra. A la directora parece importarle mucho más cómo cayó rendida a los pies del poeta Shelley y cómo éste la utilizó para vivir una vida burguesa, bohemia y por encima de sus posibilidades. Un folletín.

A destacar la siempre entera entrega de la joven actriz, de promesa nada, lleva años demostrando su solvencia, versatilidad y buen hacer y una ambientación plenamente estudiada y acomodada tanto a la historia de amor como a la oscuridad que produce la soledad y el abandono.

El guión es ridículo, sobre todo en su tramo final, cuando intenta confirmar el talento de la escritora, a través del reconocimiento de la culpa y la vergüenza de sus familiares. Caricaturesco, risible y dulcificado hasta decir basta, como si los últimos diez minutos se los hubieran dado a Spielberg, al menos en los últimos años: con excepción de Munich y Ready Player One.

Excesivo y ridículo también todo lo referente a Lord Byron, conocida es su excentricidad pero eso no le convertía en una caricatura. Y aquí lo es, de sí mismo.

 

 

Sinopsis: Mary Wollstonecraft Godwin (Elle Fanning) y su ardiente y tempestuosa relación con el poeta romántico Percy Bysshe Shelley (Douglas Booth). Ambos sienten un flechazo inmediato al conocerse y ante la oposición de la familia de Mary a su noviazgo, la pareja decide huir, acompañados por la hermanastra de ella, Claire (Bel Powley).
Los altibajos en su relación se agudizan durante su estancia en la casa de Lord Byron (Tom Sturridge) en Ginebra y es allí donde Mary concibe la idea de Frankenstein, cuando, como juego, se propone a todos los invitados escribir una historia de fantasmas.
Pero la sociedad de ese momento concede un nulo valor a las mujeres escritoras y con tan solo 18 años, Mary se verá obligada a desafiar estos prejuicios  para proteger su trabajo y forjar su propia identidad.

Nota: 5

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