Ana, mon amour (Călin Peter Netzer, Rumanía, 2017)

El director rumano Călin Peter Netzer, que en 2013 recibió el Oso de Oro a la mejor película de la Berlinale por su crudo retrato en Madre e hijo, nos presenta su siguiente película que relata una relación sentimental un tanto complicada desde su evolución anacrónica, donde la enfermedad, la depresión y los ataques de pánico toman forma junto a la religión y al psicoanálisis para hacerla demasiado complicada. La cinta se estrena este viernes 25 de agosto por Golem Films. 

Ana, mon amour también concursó en la pasada Berlinale, alcanzando el premio a la contribución artística por su montaje que como decíamos se  nutre del psicoanálisis y de las visitas que el joven Toma realiza a su psicoanalista para hablarle de aquella relación con Ana, que le cambió, le curtió, le hizo madurar y también le destrozó por dentro.

El amor duele. ¿pero tanto? Recuerdo aquellos retazos de La vida de Adele o de Mi amor, como dolorosos y a la vez tiernos, pero sin el análisis inicial de una relación condenada al fracaso por intentar desde el minuto uno, superar los obstáculos que van apareciendo. El problema es que mientras en los dos películas mencionadas los inicios eran también placenteros aquí vamos asistiendo a la destrucción individual de los dos desde el primer instante. El romance es psicológico y sexual

Netzer utiliza el realismo exacerbado del que el Nuevo Cine Rumano hace gala en este siglo, ejemplo reciente de ello es Sieranevada, pero lo hace desde una narrativa pretendidamente no cronológica. Netzer pretende hacernos partícipes de esa caída hacia los infiernos, meternos dentro de esa relación tóxica y desestabilizarnos en el espacio y en el tiempo, es a ello a lo que contribuye el montaje que como dijimos había sido premiado en el pasado Festival de cine de Berlín.

En realidad el cineasta vuelve a hablarnos de la dependencia en las relaciones: Si en Madre e hijo la dependencia era materno-filial, aquí lo es en pareja: relaciones patológicas, casi tóxicas que permanecen sólo por rutina y porque es mucho más sencillo resolver los problemas personales y los traumas acompañados que solos. Toma y Ana provienen de familias disfuncionales o desestructuradas y se conocen como compañeros de Universidad. Desde el primer instante sienten el amor, aunque con el paso del tiempo se dan cuenta de que se acompañan para ayudarse, no porque se quieran. 

En este juego de espejos, donde no se nos habla de amor sino de necesidad, ambos se acompañan en sus procesos, en sus recaídas, en su enfermedad. Ambos se necesitan, pero uno sufre más que el otro y mientras ella empieza a intentar encontrar caminos diferentes, él se ancla a esa zona de confort, a esa sensación placentera que proporciona sentirse querido, deseado, sentirse necesario y ella sin embargo, va dejando paulatinamente de necesitarle.

En el otro lado de la cinta se encuentra su confusión, al optar el cineasta por una narración no cronológica los instantes iniciales de la relación mucho más románticos, sexuales, tiernos se confunden en la escena posterior con los instantes finales, coléricos, enfermizos, dramáticos… Y eso imposibilita un poco la empatía hacia unos personajes a los que evidentemente cogeremos cariño, pero nuestro consejo es que no tratéis de juzgarles ni intentéis comprenderles. Básicamente no podréis hacerlo. Desde su visionado hemos terminado por pensar, que el cinesta rumano ha optado por profundizar más en un montaje que nos llevara al psicoanálisis, caótico y disfuncional, dejando de lado la profundidad de una historia lo suficientemente potente, como para que el producto final hubiese sido casi perfecto.

Premios: Festival de Berlín: Contribución artística sobresaliente (montaje)
Sinopsis: Los jóvenes Toma y Ana se conocen en la universidad, se enamoran y se casan. Toma cuida de ella y parece estar al mando de la situación, cuando, en realidad, únicamente está gravitando en torno a una mujer a la que no puede comprender. Cuando Ana vence sus miedos y logra triunfar, Toma permanece aislado, intentando comprender el torbellino que ha sido su vida con ella, enmarcado en la profunda represión y los tabúes de la sociedad de Rumanía.
Nota: 7

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